Cómo recordar todos los libros que lees

Sé que sabes cómo leer, si no probablemente no estarías aquí. Pero si eres como la mayoría de la gente, seguramente no has pensado mucho en cómo se lee y en si se puede mejorar dicha habilidad. Parece en primera instancia una destreza con tope. Aprendes a leer en la escuela y a excepción de adquirir un poco más de vocabulario y mejorar la ortografía, se cree que no se puede perfeccionar más. Pero esto es falso.

En anteriores artículos hemos analizado la relación que hay entre el hábito de la lectura frecuente y la consecución del éxito. También contamos con recomendaciones de lecturas por parte de personalidades famosas reconocidas por su mente innovadora o prodigiosa. Pero resulta que a lo mejor no basta con leer lo que ellos leen, tal vez sea necesario también, leerlo de manera correcta.

La razón por la que no somos capaces de recordar un libro leído hace unos meses, más allá de quizás los puntos generales y alguna frase que nos llamó la atención, es que el empacho de hechos sin entenderlos no se queda en la memoria. Y aún si se queda, no es que sirva de nada saberse el discurso del chofer.

El conocimiento del chofer es idea de Munger. Existen, según él, dos tipos de conocimiento. El primero, es el conocimiento del experto. Lo podemos apreciar en aquellas personas que han comprometido tiempo, dinero y esfuerzo en comprender algún asunto. Lo comprenden porque pueden explicarlo fuera del discurso. El segundo tipo es el conocimiento del chófer, el tipo de conocimiento de la gente que recita palabras que han oído o leído y se las saben de memoria, pero en ningún caso es producto de una profunda y sincera reflexión, sino más bien un espectáculo impostado producto de un corta-y-pega irreflexivo.

 

El conocimiento de algo, válgase la redundancia, no significa conocimiento. Mucha gente confunde la comprensión detallada con la capacidad procesar. Una forma fácil de resumirlo es: cualquier cosa leída de fácil digestión es lectura de información, no absorción de conocimiento. Algo así como la diferencia entre el periódico y un manual. Aprender sobre algo siempre es más difícil que leerlo.

También está que es necesario encontrar escritores que tengan más conocimientos sobre un tema en particular que tú. Aprender mediante libros y sin profesor significa en gran medida reducir la brecha entre el lector y el escritor. Tienes que buscar la brecha en aquello que no comprendes.

Mortimer Adler en su libro “How to Read a Book: The Classic Guide to Intelligent Reading” describe que hay tres tipos de conocimiento: informativos, prácticos e integrales. El autor analiza los métodos de adquisición de conocimientos, concluyendo que el conocimiento no pueden ser verdaderamente dominado sin las dos últimas experiencias. Además, habla de cuatro niveles de lectura: elemental, de inspección, analítica y sinóptica.

Al final, el autor lo que viene a estar defendiendo es lo mismo que ya hemos visto: la meta de la lectura determina la forma en la cual se lee, de forma que una novela nunca es lo mismo que leer a Platón o leer economía conductual. Si estás leyendo para entretenerte, buscas ciertos títulos de esos que te sumergen en una historia y dan información no aplicable, estos no necesitan razonarse, te dan una realidad completa a aceptar como viene, por eso parece que se acaban en seguida. Vas a leer un montón de esta manera porque es divertido, muchas personas son lectores voraces de este tipo de literatura y eso está bien. Que quede muy claro, por favor, que no se critica en lo absoluto el valor de la literatura.

mas tiempo para leer

Los niveles de lectura, sin embargo, son para personas que quieren mejorar el, digamos, aprendizaje auto regulado. Se consideran “niveles” porque no se puede pasar al siguiente sin una comprensión firme del anterior, son acumulativos.

  • Lectura elemental

El nivel que se enseña en nuestras escuelas primarias. Consiste solamente en descifrar los símbolos sobre el papel.

  • Inspección

Vendría a ser la lectura superficial. Una comprobación rápida del libro. Normalmente va en este orden: leer el prefacio, la tabla de contenido, índice y, a veces, una primera lectura de carrerilla o por encima del primer o los dos primeros capítulos. Es útil porque aquí es donde va bien preguntarse ¿Este libro merece mi tiempo? Si no, es el mejor momento para dejarlo.

  • Lectura analítica

Francis Bacon dijo una vez: “Algunos libros son para probarlos, otros para devorarlos, y unos pocos para ser masticados y digeridos”. La lectura analítica vendría a ser esto último: masticar y digerir.

Si la de inspección es lo mejor que se puede hacer rápidamente, esto es lo mejor que podemos hacer con tiempo ilimitado. Se trata de involucrar la cabeza y profundizar en el trabajo necesario para entender lo que se dice. Es un error aquí leer el libro de continuo y esperar que todo al final cobre sentido, eso se hace con las novelas, no con la no-ficción. Es frecuente que en la conclusión final sí quede claro el argumento, pero si has dejado cosas que no entendías por el camino, se te habrán escapado cientos de detalles que le daban nexo y unión a la lección principal. Entonces, al final sólo serás capaz de recordar eso: la conclusión, y eso no es entender, es memorizar el discurso.

Normalmente el orden va así: a) clasificar el libro, es decir, de qué va hablar y el orden; b) ser capaz de definir el problema o problemas que el autor está tratando de resolver; c) ir haciendo un mapa mental de lo expuesto y su relación con el núcleo a medida que se se va desentrañando la exposición tomando notas, y d) por último, ser capaz de explicarlo. Recuerda la técnica Feynman para revelar conocimiento falso, si no eres capaz de explicarlo y defenderlo, no lo entendiste.

La parte de las notas, es importante. En su libro, “The Little Book of Talent: 52 Tips for Improving Your Skills”, Daniel Coyle dice que:

La investigación muestra que las personas que siguen la estrategia A [leer diez páginas a la vez y a continuación, cerrar el libro y escribir un resumen] recuerda un 50% más material en el largo plazo que las personas que siguen la estrategia B [leer diez páginas cuatro veces seguidas y tratar de recordarlas].

Sin embargo, no parece factible resumir a lo colegial, digamos, una página por cada diez de un libro de ochocientas. Leyendo 20 libros al año, por ejemplo, eso nos da para prácticamente escribir un libro propio. Es demasiado, no tiene caso tratar de resumir al puro estilo escolar, pero sí, tomar notas de lo que te llame la atención y que pueda ser aplicado en alguna parte.

  • Lectura sinóptica

La lectura sinóptica es el nivel más alto. Implica la lectura y comparación de múltiples obras de un tema común con el fin de reconstruir y ordenar una opinión propia a partir de la racionalización del cruce de conocimientos adquiridos anteriormente. Viene a ser, tener crítica y no quedarse con una sola versión.

Para ello, hay que hacer lo que nadie hace, ir a mirar las olvidadas bibliografías y comparar en las obras más relevantes que han dado forma a esa tesis que leíste, rellenando con estas las propias lagunas que la primera obra ha dejado. Implica convertirse en un lector exigente y no fiarse de la primera opinión. En realidad, que esté escrito en papel o publicado no implica que sea cierto. Para muestra, que hay libros sobre la existencia de los fantasmas, por decir algo.

Dejar que otras personas piensen por nosotros siempre es un error aún si los “escuchaste” por escrito. Creerse lo que dice el primer libro que lees de un tema sin cuestionarlo, es el equivalente adulto de memorizar como un loro la definición de una palabra en negrita del libro de texto de la escuela secundaria.

La lectura es todo acerca de hacer las preguntas correctas en el orden correcto y sobre la búsqueda de respuestas. Esto implica no fiarse nunca de la primera impresión y que si leemos un libro sobre sociología, por decir algo, no sabemos, por más largo y extenso que este libro fuera, todo lo que hay que saber sobre sociología ni necesariamente lo expuesto tiene el único punto de vista que da “la verdad”.

Por poner un ejemplo, “Antifrágil” cuyo autor tiene para mi sus puntos irrebatibles y también sus puntos cuestionables, consta de un epílogo de unas treinta páginas, dos apéndices técnicos de cuarenta y pocas en total, casi cien hojas de notas lecturas adicionales y, además, otras sesenta y algo sólo bibliográficas —aproximación que puede variar según ediciones—. Al final, se queda con casi doscientas hojas más sólo de opciones para contrastar su opinión. Esto no es algo extraño y en casi todos los libros de divulgación hay una bibliografía extensa, simplemente la gente se la salta. Bien, volvamos al punto uno, ¿cómo recordar un libro? Seguramente todo pueda resumirse en: estudiándolo y cuestionándolo de verdad, porque las cosas que nos construyen, no se olvidan.