Beethoven, ¿genio hecho o creatividad dormida?

De lo ordinario a lo creativo. ¿Cuál es el paso o qué tanto se es creativo u ordinario? Es un hecho que muchas personas defienden la creatividad como una concesión inherente, una condición humana.

Sin embargo, la dinámica de la creatividad es un tránsito que ocurre tras diversas causas, algunas de ellas descritas por varios autores quienes, no obstante, consideran que la creatividad no está ligada a una condición de originalidad sino que, está más bien íntimamente ligada a la trascendencia.

Según autores como Menchen, Dadamia y Martínez, la creatividad lleva un proceso en el que coinciden los siguientes factores: fluidez, flexibilidad, originalidad, viabilidad y elaboración en un pensamiento convergente en el cual, sin duda, se genera un espacio reflexivo que logra trascender lo ordinario.

A partir de ahí se abandona el proceso fisiológico que da vida a la creatividad y se llega, sin embargo, a un momento más bien cosmogónico que genera en el mundo de las ideas el proceso creativo.

Más allá de la convergencia del hemisferio izquierdo y derecho del cerebro, o de la función del hipotálamo tras el impulso ordenado de los más de 50 millones de neuronas, la creatividad es una causa que lleva a un movimiento.

El siguiente trabajo se basa en el entorno de Ludwin van Beethoven, uno de los músicos más prolijos de todos los tiempos y quien, no obstante a estar inmerso en el mundo de la musca desde temprana edad, no fue un niño prodigio como su admirado Mozart. Es más, tampoco logró las mieles de los éxitos que hubiera deseado.

Beethoven fue un sujeto quien vivió dentro de un entorno hostil, una sociedad cambiante, revolucionaria y que, sin embargo, dejó un legado musical cuya interpretación, refleja la ternura, odio, revolución, furia, frustración y decadencia de la época de Beethoven.

BEETHOVEN

Ludwin van Beethoven nació un frío día de invierno el 16 de diciembre de 1770. Los gélidos vientos prácticamente cocían la piel por sus bajas temperaturas a las orillas del río Rhin en Bonn, Alemania.

Una ciudad cuyo palacio de Popplesdorf encuadraba en un paisaje gris coronado de casonas art nouveau. En una de ellas, en una buhardilla, nació el hijo de Johann van Beethoven de 27 años y María Magdalena Keverich, de 21 años.

Beethoven nació en Bonn, una ciudad construida por los romanos cerca del año 10 de nuestra era. Se cree que dicho lugar fue ocupado por los celtas.

Después de la batalla del bosque Teutoburgo, cerca del año 9 de la era cristiana, dicha ciudad ya albergaba a unos 7 mil legionarios y, para entonces, ya era el asentamiento romano de Castra Bonnensia.

En el imperio carolingio, Bonn se convirtió en un centro religioso. Desde el siglo 13 hasta finales del 18, perteneció al territorio de los príncipes electores de arzobispos de Colonia, que establecieron allí su residencia.

El ambiente familiar de Beethoven era el de cualquier familia burguesa de la época. Su entorno estuvo íntimamente ligado a la música pues su abuelo había sido maestro de canto en la colegiata de San Pedro, en Lovaina y, más tarde cantor de la Catedral de

Lieja.

En esa misma capilla, la de Lieja, Johann, padre de Beethoven, fue músico y luego ascendió a maestro de música en la capilla de la catedral de Bonn para, después, dirigir en la capilla de Maximiliano Federico II.

A partir de su bautizo, el entorno de la familia de Beethoven se llenó de un rumor que creció hasta la mitad del siglo 19. Se dijo que el músico era hijo ilegítimo de Federico II, el noble que dio trabajo a su padre y alojo a su madre.

El padre de Beethoven, como kapellmeister, logró un estrato social codiciado para la época debido a la cercanía que le daba su trabajo con el clero así como con las altas jerarquías sociales.

Su entorno estaba íntimamente ligado a la cultura y la educación de la época. Era una familia católica y aburguesada.

El joven pariente de los músicos de la capilla de la catedral de Bonn, era tan talentoso que a los 12 años, era asistente del organista Christian Gottlob Neefe, con quien estudió y, pese a los esfuerzos que hicieron tanto su maestro como su padre de convertirlo en el heredero de los reflectores del niño prodigio Mozart, esto no resultó.

Pese a que el joven Beethoven contó con un entorno familiar que le pudiera generar una creatividad para inmortalizarse como un niño prodigio, su entorno social fue tan difícil que apenas masculló momento de gloria en las postrimerías de su adultez.

En el clasismo, momentos en los que pasó gran parte de su vida el portentoso músico, se desataron conflictos bélicos en la época. Una de ellas la llamada Guerra de los Siete Años. La vida de Beethoven se desarrolló entre arte, guerra, rumores, religión y músicos de cortesanas.

Dado el rumor que siguió toda su vida a Beethoven, sus padres, Johann y María Magdalena, se sumergieron en el alcoholismo y los convirtió en personas brutalmente agresivas. Tanto que de sus seis hijos, sólo sobrevivieron dos.

Muere la madre de Beethoven en Viena, a consecuencia del fuerte padecimiento de tuberculosis que se agravó con un cuadro de desnutrición. Beethoven se hace cargo de su casa pero le exige a su padre que se marche. Entonces se hace cargo de sus dos hermanos menores: Caspar y Nikolaus.

Y DE PRONTO, APARECE

Del texto Creatividad: la esencia del éxito en el deporte, escrito por Dante Neri Romero, se parafrasea: “el talento es algo que no se sabe cuándo va a aparecer”, lo mismo ocurrió con Beethoven quien, pese a estar dentro de un entorno que pudieran presentarle un crecimiento musical, no fue sino hasta que tuvo 20 años que su creatividad “despertó”.

Sentado en un viejo piano, el joven Ludwing inició a tocar desde lo más profundo de su sentimiento, llegó a generar notas discordantes pero de una manera que transmitió algo. Sus observadores, incluso, relataron que lo que escucharon era a un demonio, no a un hombre.

El texto establece que la creatividad aparece “en momentos de especial inspiración, no se puede forzar” y a su vez se pueden flexibilizar los pensamientos rígidos para incrementar la creatividad para lograr la flexibilidad cognitiva de pensamiento”.

Beethoven no logró ser inducido por su abuelo, su padre o su primer maestro para que fuera un niño prodigio, fue un momento en el cual logró abatir su fuego interno para despertar la ira que tenía dentro de sí y generar el halo creativo que lo siguió durante toda la historia.

Instalado en Viena en el estudio de su maestro Franz Joseph Haydn, otro de los grandes músicos de la época, quienes llegaban a escuchar a Beethoven decían: “no es un hombre sino un demonio. Toca de forma que acabará por llevarnos al sepulcro”.

LA CREATIVIDAD DORMIDA

Esa creatividad dormida de pronto despertó, el estado mental ideal “para la toma de decisiones que permite pensar con energía”, llegó con un momento laboral intenso.

No fue sino hasta que Karl Lichnowsky da trabajo a Beethoven que inicia otra etapa de su vida. Es ahí cuando logra un momento cúspide. Tenía 22 años y era ya el asistente personal de Haydn. Compone su primera piza musical a la cual la historia le coloca el nombre de Opus 1.

Inicia su etapa más prolija hasta que, de nueva cuenta, hay un bache en su historia. Su momento de creatividad lo lleva a ser un hebefrénico que, no obstante, le genera una peculiaridad en su forma de escribir y componer. Era ya un portentoso músico aunque se le calificó de misántropo por sus actitudes.

Beethoven llega a componer algunas de sus obras más importantes en cinco años. No sólo las intituladas Opus sino conciertos y sonatas forman parte de su legado creativo, sin embargo su personalidad se fue deteriorando cada vez más.

Ya para 1795 Beethoven se encontraba en su mejor momento creativo. Para ese tiempo y con su Concierto en Si Bemol para piano logró dar conciertos en Praga, Leipzig, Dresden, Petesburgo y Berlín donde ejecutó el piano en la corte del Rey Federico Guillermo.

Entonces, otro bache en su vida. Con apenas 29 años de edad, Beethoven comenzó a tener estragos físicos. Inició a perder la audición y le costaba cada vez más relacionarse con los demás. De por sí considerado misántropo, con sus problemas auditivos, su furia comenzó a acentuarse aún más.

Ya con severos padecimientos de sordera primaria, el vienés compuso su Claro de Luna dedicado a una de sus múltiples andanzas románticas que no fraguaron más allá de una composición. Musa ocasional, tejedora de notas en lienzo de pentagrama.

El texto de auspiciado por la Asociación de Psicología del Deporte de Argentina, establece que “el talento natural debe trabajarse y cultivarse para mejorarlo, si falta algo se puede trabajar, se suma el talento con el trabajo serio y disciplinado se obtiene un fuera de serie”.

Y así ocurrió en el caso de Beethoven, un fuera de serie. En 1978 creí la Tercera Sinfonía a la que se llamó Heróica y que fue dedicada al emperador francés Napoleón Bonaparte, con cuyas ideas revolucionarias coincidió en el pleno de su época. Para entonces, Napoleón consideró un honor del “inmortal compositor” una pieza a su nombre.

El deterioro físico de Beethoven lo había llevado a ser considerado por los personajes de su época como un fenómeno.

Por ello es que escribió una carta en la cual dio parte de su sentimiento: “Oh, vosotros hombres que me miráis y me juzgáis huraño, loco o misántrpo. ¡Cuán injustos habéis sido conmigo!. ¡Ignoráis la oculta razón de que os parezca así!. Mi corazón y mi espíritu se mostraron inclinados desde la infancia al dulce sentimiento de la bondad, pero pensad tan solo cuál es mi espantosa situación desde hace seis años, agravada por médicos sin juicio, engañado de año con año con la esperanza de un mejoramiento y al fin abandonado. Dotado de un temperamento ardiente y activo, fácil a las distracciones de la sociedad, debí apartarme de los hombres en edad temprana, pasar mi vida solitaria.

“Esta es la razón por la cual acabo de pasar seis meses en el campo. Mi sabio médico me obliga a cuidar mi oído tanto como sea posible, yendo más allá de mis propias intenciones y, sin embargo, muchas veces recobrado pro mi inclinación hacia la sociedad. Me he dejado arrastrar de ella, pero qué humillaciones cuando cerca de mí estaba alguien que escuchaba a lo lejos el sonido de una flauta y que yo no oía nada, o que escuchaba el canto de un pastor sin que no pudiera oír nada”.

Su depresión, esa proclividad a la tristeza, llevaron a Beetohven a pulir su talento. El psicólogo deportivo Leopoldo Caravedo, indica la importancia del manejo de la ansiedad en los deportistas, lo mismo ocurre en varias actividades.

Ese manejo de ansiedad, llevó a que nuestro personaje a un espíritu más creativo pues entre 1792 y 1801 fue su etapa más creativa. Ahí escribe su Claro de Luna, Pastoral, Sonta para Violín y Piano en La Mayor, y el oratorio de Cristo en el Monte de los Olivos.

Alcanza sus primeras sinfonías y, el monumental estilo que había impreso a cada una de sus composiciones, lo llevaría a abrirse espacios jamás pensados por otros músicos de su época.

Superado ya Haydn por su alumno, se convirtió en uno de sus más célebres interpretadores.

Después, otra crisis. Fue hasta 1813 y 1814 que retorna a su estadío creativo y genera sus sinfonías Séptima y Octava. Un año después, su música se vuelve menos dramática e introspectiva pero, pese a que su creatividad no vuelve a ser la misma, su legado había dado frutos.