Escrito y publicado con autorización del autor Dr. Éctor Jaime Ramírez Barba
El 2013 fue declarado “Año de Belisario Domínguez, de la Libertad y de la República” por el Congreso de la Unión, reconocimiento merecido al hombre, al personaje, al Senador con mayor aprecio en la historia de nuestro País: su legado y su congruencia crecen y se valoran con los años.
México era en 1913 un País convulso debido a la revuelta armada. Victoriano Huerta había usurpado la Presidencia de la República, asesinado a Don Francisco I. Madero y a José María Pino Suárez, Presidente y Vicepresidente electos democráticamente.
Don Belisario denunció desde la tribuna las atrocidades del traicionero, asesino y desalmado usurpador. Le parecía inconcebible un régimen que acallaba a las voces disidentes y que, fiel a su origen golpista, sembraba terror en la población. El Senador valiente alzó la voz en contra de la usurpación y con la ofrenda de su vida, sembró la semilla de la libertad de expresión para el fortalecimiento de la democracia.
Todo ser humano tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión, derecho que incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
La libertad de expresión es, además, pilar de la democracia. José Woldenberg relató un episodio del pasado reciente. Era 1974, con el ascenso del sindicalismo universitario, cuando el Sindicato del Personal Académico de la UNAM quería publicar algún comunicado, invariablemente acudían al “Excélsior”, único diario que los aceptaba, previo pago.
En una ocasión, llegaron, lo entregaron, les dijeron que esperaran unos minutos, luego de los cuales volvió el responsable y les dijo que con gusto publicarían el texto siempre y cuando modificarán unas cuantas líneas. El diario más abierto y profesional de entonces, por miedo o precaución, ejercía una especie de censura previa incluso sobre los textos que eran inserciones pagadas.
En 1993, en medio de la discusión de una nueva reforma política, se abrió el paso una idea: que al inicio de los procesos electorales, el IFE –hoy INE- solicitara a los radiodifusores y televisoras la entrega de un catálogo de los tiempos y tarifas que tenían disponibles a la venta para que fueran conocidas por los partidos políticos. Esto se debió a que a los partidos opositores denunciaban sistemáticamente que, ni pagando, los concesionarios aceptaban venderles espacios para hacer sus campañas. O los concesionarios temían a la posible reacción del gobierno, o lo hacían convencidos de que la única voz autorizada para explotar dichos espacios era el PRI.
De ahí venimos, y vale la pena no olvidarlo. Sobre todo porque la libertad de expresión es una construcción, un producto histórico, sujeto a vaivenes de la vida pública y siempre sujeta a relaciones de poder y tramas institucionales y normativas que pueden modificarse.
Al día de hoy, la libertad de expresión se ha abierto paso en los medios y, venturosamente, dice Woldenberg se ha convertido en parte de nuestro paisaje, apareciendo un lenguaje más desenfadado, más suelto e ingenioso, emancipado de los usos y costumbres del añejo autoritarismo solemne y cuadrado. Sin embargo, también ha costado vidas de los periodistas y las fuentes de trabajo de muchos medios de comunicación cuando este derecho humano pone a la luz los actos de poderes fácticos, como ha sido evidenciado en esta última semana.
Para seguir avanzando en la democracia, se debe promover, proteger y defender la vida, libertad y seguridad de las personas defensoras de los derechos humanos, periodistas y colaboradores periodísticos, así como salvaguardar su integridad física, psicológica y económica cuando se encuentren en riesgo con motivo del ejercicio de su actividad.
La próxima semana, en el Congreso de Guanajuato saldrá a la luz una Ley con tales propósitos, que aplique medidas de prevención, protección y de urgente protección.
La Democracia debe verse como algo natural, sencillo y rutinario: el ejercicio de las libertades y la coexistencia de la diversidad política. Debemos perpetuar el legado del Dr. Belisario Domínguez y muchos otros periodistas, como Javier Valdez, que han ofrendado su vida para fortalecer la Democracia.
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