De pronto se acentuó la polarización en el país. Chairos y Fifís, escritos ya como nombres propios porque eso sí, se profieren tales etiquetas subrayando ese lugar común de “dicho sea con todo respeto”.
Ya el país era un mosaico social. Nunca terminó la discriminación ni tampoco la clasificación. Eran los 70 cuando se acentuó lo “naco” y lo “fresa”. Eran dos clases sociales que englobaban las demás. Pero ¿Servirá ahora en un clima tan polarizado?
En el marco del foro “El estado del Estado” el todavía presidente de Colombia Juan Manuel Santos Calderón dijo de manera contundente: “la polarización del país sólo ha traído cosas negativas”. Ojalá no sea el epitafio para México.
Chairos y Fifís, el nuevo discurso mexicano. Ganadores y perdedores, una realidad que abona a un lenguaje de intolerancia que se ha desbordado en las nuevas tecnologías. Ya no son las paredes o grafitis donde se exhibe esa forma de burla política o ese sentimiento ensoberbecido por un triunfo que, más bien, huele a vulgar venganza, sí, a la “Vitacilina” que ha resurgido en publicidad gratuita en últimas fechas.
El asunto no es menor. Hoy la comunicación es de muchos a muchos y ocurre en todos lados. Aquello de la ropa sucia se lava en casa, forma parte del refranero de la historia. Hoy la comunicación es ascendente y en tiempo real. Lo que comunicamos hoy, lo que nos decimos de nosotros mismos, tiene sin duda un impacto en cómo nos vemos como país.
Y es que, poco a poco, el discurso de la tolerancia y el perdón comienza a difuminarse. Aquellas intentonas por sumar y eliminar las brechas entre los unos y los otros, hoy se han hecho más profundas. Existe un país que se fractura y eso puede generar un desastre.
No es ya la figura del presidente electo quien acentúa la polarización. Son las tropas y las legiones que han secuestrado las redes sociales para convertirse en activistas de sofá. Cibernautas que debaten en 250 caracteres o que compiten por el meme más ofensivo o rabioso que va de ida y vuelta.
Chairos y Fifís, una calificación social que deja sin participación a los despolitizados que solo tienen una simpatía -aunque no militancia- y se aventuran a emitir su voto que, luego de externar su opinión, se dan con el palmo de narices con el ofensivo dardo de -normalmente- un sujeto sin perfil, sin historia y sin claridad de su existencia.
Ojalá que los pleitos entre Chairos y Fifís no dejen las redes sociales, de lo contrario, tendremos un país extremadamente violento en los próximos años… ¿O no?