Lo que hay en común entre tu cerebro y Google Maps

Estudios en neurociencias revelan que en la zona encargada de la orientación espacial, situada en la corteza entorrinal y en el hipocampo, existen cientos de miles de neuronas de posición que se activan y emiten una señal eléctrica cuando un sujeto ocupa una posición concreta que equivale a decirle al resto del cerebro el mensaje “Usted está aquí”. Lo mismo ocurre al buscar un lugar en Google Maps y éste nos muestra la ubicación.

A lo anterior se suma que en el cerebro hay unas células llamadas de posición que funcionan como pequeñas brújulas que detectan en qué dirección nos desplazamos (norte, sur, este u oeste), y con las células en red (‘grid’, en inglés), encargadas de calcular y registrar tanto las dimensiones como las distancias.

Así, cada vez que nuestro cuerpo se mueve, las células en red crean una cartografía interna del entorno que nos rodea “que se parece mucho a las líneas de latitud y longitud que usamos en un mapa de papel, con la salvedad de que en lugar de utilizar cuadrículas nuestro órgano pensante organiza el espacio en triángulos”, explica Caswell Barry, del University College de Londres, que publicó un estudio al respecto en Nature.

El resultado equivale a llevar integrado un completo sistema de navegación vía satélite. Este GPS cerebral elabora mapas cognitivos que, en teoría, nos permiten llegar desde una ubicación a cualquier otro lugar conocido de nuestro entorno visualizando mentalmente la trayectoria.

Y si extraemos la información de nuestros mapas mentales y la plasmamos sobre papel (o sobre la pared de una cueva, como hacían nuestros ancestros) podemos compartir información geográfica que puede ser utilizada por un turista para organizar un viaje, por un arquitecto para proyectar la construcción de un parque o por un biólogo que explora una reserva natural, entre muchos otros usos posibles.

Otra cosa que tienen en común Google Maps y el cerebro es que el órgano no registra la realidad en un único mapa sino en varios planos con diferentes resoluciones y a distintas escalas, según explicaban investigadores del Instituto Kavli de Neurociencia en la revista Science.

Los científicos aseguran que, cuando se archivan en el hipocampo, los planos con mayor resolución y nivel de detalle se colocan arriba, mientras los más grandes y ‘toscos’ se sitúan debajo. Y, del mismo modo que cuando manejamos la aplicación cartográfica de Google, cada vez que cambiamos de perspectiva necesitamos “cargar” un nuevo plano en nuestra “pantalla mental”.