Tome su celular y revise sus fotos o videos no publicados en redes sociales, sus mensajes, sus correos electrónicos, su historial de búsquedas, ¿le gustaría que alguien lo viera? Vigilancia permanente (Planeta, 2019), el libro del ex informante de la National Security Agency (NSA) Edward J.
Snowden, replantea la seguridad de nuestras comunicaciones, a revalorar la privacidad de nuestros secretos y actos que pueden provocar el despido del trabajo, terminar una relación o llevarnos a la cárcel, e incluso plantea la opción de la encriptación y navegación anónima en Tor Project.
“Todo el mundo tiene algo, alguna información comprometedora enterrada entre sus bytes, si no en sus archivos, sí en sus emails; si no en esos mensajes, sí en su historial de navegación. Y de pronto esa información la estaba almacenando el Gobierno de Estados Unidos”, escribe Snowden desde Moscú, Rusia, luego de revelar en junio de 2013 que las autoridades gubernamentales de la potencia mundial habían desarrollado un sistema global de vigilancia masiva, y lo usaba sin el consentimiento de la ciudadanía.
“La encriptación es la única gran esperanza para luchar contra vigilancias de cualquier tipo”, provoca. “Supondría de facto retirar los permisos a quienes, para empezar, nunca se les concedieron”.
Primero lo informaron otros, los periodistas. Seis años después, lo cuenta él: cómo pasó de considerar al ordenador y al internet como su primer amor –y la vía como conoció al amor de su vida, Linsday– a sospechar de la CIA y la NSA, cómo lo comprobó, por qué a pesar de gozar de amor, familia y éxito, al sentirse cómplice decidió revelarlo (incluyendo el episodio en que espió a un académico y a su hijo de Indonesia), cómo tomó los documentos de la agencia, sus síntomas antes de sacarlo a la luz, y por qué el Gobierno ruso, enemigo de su país y con antecedentes de vigilancia masiva, finalmente le concedió el asilo.
También argumenta por qué viajó a Hong Kong y por qué eligió a Glenn Greenwald y Laura Poitras como su vía de comunicación en vez de, por ejemplo, confiar en The New York Times.
“Poca gente lo sabe, pero la CIA dispone de su propio internet y de su propia red. Cuenta con una especie de Facebook propio que permite a los agentes interactuar socialmente; una especie de Wikipedia, que ofrece a los agentes información sobre los equipos, proyectos y misiones de la agencia; y su propia versión interna de Google (facilitada por Google, de hecho) que permite a los agentes hacer búsquedas en esa enorme red clasificada […] A veces, una noticia interna nunca salía en los medios de comunicación”.
Spoiler: los extraterrestres nunca se han puesto en contacto con la Tierra y, para sorpresa de algunos conspiracionistas y documentales, el hombre pisó la Luna, de verdad.
Además, critica la vigilancia corporativa de Amazon, Apple, Google y demás, y sus algoritmos de publicidad que invaden la privacidad del usuario para convertirlo en su consumidor, y confiesa su temor por los avances de la inteligencia artificial por su posible utilización para abusos o control, y, en general, los resultados de la innovación tecnológica sin supervisión.
Manifiesta una nostalgia por ese internet sin sentirse observado de antes del 11-S del 2001, el detonante del Gobierno estadounidense para implementar sistemas de vigilancia (aparentemente solo) a posibles enemigos, un internet que permitía el anonimato contrario a lo que hoy fomentan redes como Facebook. Narra lo que le implicó enlistarse en el Ejército estadounidense (incluyendo una profunda depresión); su desilusión por el gobierno de Obama que permitió continuar con el espionaje y recopilación de información; y su primera cita con Lindsay, quien también tiene voz en el penúltimo capítulo del libro por ser víctima de interrogatorios de los agentes para que revelara lo que ni siquiera ella sabía.
Y a pesar de la serie de revelaciones, Snowden admite haber omitido un par de detalles; optó por guardarlos para su privacidad.
Con información de SinEmbargoMX